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Miremos a Australia

Australia es muy relevante para entender la pandemia del ASI en la Iglesia Católica porque la Comisión Real que investigó estos crímenes pudo entregarnos cifras independientes de este flagelo. Fue uno de los primeros países que entendió que los abusos cometidos en entornos eclesiásticos eran una cuestión de Estado y así se ocuparon de dar un marco fundamental para combatirlo mediante la investigación exhaustiva e independiente de estos crímenes, políticas de reparación para las víctimas, el accionar de la justicia penal y civil nacional, así como también avanzar en reformas legales necesarias para terminar con estos crímenes sistemáticos contra los derechos humanos.


Australia entendió que para sanar como país debía investigar, castigar y hacer justicia en todo su territorio geográfico y social; desde la parroquia más acomodada del más barrio alto hasta el último hogar periférico de niños y niñas vulnerables porque los crímenes sistemáticos cometidos por miembros del clero en las últimas décadas del siglo pasado y comienzos de este no sólo afectaron a quienes padecieron este delito en sus infancias, eran una herida abierta en toda la nación, dañando a la sociedad de forma constitutiva. Porque dañan a la infancia de todo un país, por su vastedad, por su alcance, por las redes de protección y encubrimiento que facilitaron que los criminales sexuales se mantuvieran activos abusando con total impunidad de colegio en colegio, de ciudad en ciudad.


La Comisión Real terminó su informe hace algunos años pero todavía hoy en los tribunales australianos se siguen procesos surgidos de dichas audiencias. Uno de los casos más emblemáticos es el de los Hermanos Maristas, congregación con un 20% de sus integrantes identificados como pedófilos entre 1950 y 2010.


El ejemplo de los resultados de una Comisión funcionado desde el Estado pueden verse en los dos textos que a continuación compartimos. Mientras leas imagina lo que saldría a la luz en Chile si pudiéramos avanzar con un trabajo como este. Las alertas sobre el SENAME llevan años encendidas, algunas luces también hemos puesto en colegios y parroquias chilenas, pero el grueso de los crímenes todavía no sale a la luz; lo que implica impunidad para abusadores que en libertad siguen atacando niños y niñas, espacios de alto riesgo para la infancia chilena donde las familias dejan a sus hijos e hijas confiando en la Iglesia Católica, víctimas que ya adultas apenas luchan en silencio y en secreto con las secuelas de los delitos que sufrieron en sus infancias. En Chile el flagelo del abuso sexual eclesiástico está muy pero muy lejos de resolverse, por más que el Vaticano se empeñe en decirlo.


El primer texto es un reportaje aparecido esta semana en la prensa australiana que da cuenta del Hermano Marista William Wade, condenado por abuso sexual a menores, que hizo historia al convertirse en el primer funcionario católico de alto rango en Australia, y probablemente el tercero a nivel mundial, en declararse culpable de ocultar crímenes sexuales contra menores perpetrados por colegas de la Iglesia Católica.


Quien fuera director de cinco colegios Maristas de educación media, incluyendo la emblemática Ashgrove School en Queensland, se declaró culpable de dos delitos al dar cuenta de su incumplimiento ante el pedido de información de la Fuerza Operativa de la Policía de Georgiana en 2014 durante la investigación de crímenes sexuales contra menores a los Hermanos Maristas Francis Cable y Darcy O´Sullivan.


Los dos delitos de encubrimiento de ataques severos son el primer resultado exitoso de uno de los casos del controvertido Artículo 316 de la Ley Criminal, que señala que se comete un crimen al “saber o creer que un delito de gravedad fue cometido, y se incumple, sin una excusa razonable, con informar a la policía”.


Se cree que es el primer caso de encubrimiento contra un miembro de una orden religiosa que concluye en una declaración de culpabilidad, y parte de apenas un puñado de procesamientos a nivel mundial llevados a cabo contra líderes de la iglesia Católica por no informar denuncias de crímenes sexuales contra menores a la policía o autoridades.


Los únicos procesamientos semejantes en Australia tuvieron lugar en la región de Hunter, incluyendo la condena del Arzobispo Philip Wilson por encubrir los crímenes sexuales contra menores del cura abusador Jim Fletcher en 2018, revertida tras la apelación.


Wade se declaró culpable en el la Corte del Distrito de Sidney ante el Juez Christopher O'Brien, quien estableció una fecha para la sentencia y notificó a la corte que él mismo fue alumno donde Wade fuera director.


Francis Cable (Hermano Romuald) y O´Sullivan (Hermano Dominic) cumplen su sentencia en prisión por severos crímenes sexuales contra gran cantidad de niños en el colegio Marista Hamilton durante las décadas de 1970 y 1980.


Wade, director del colegio Hamilton entre 1971 y 1976, fue condenado por ataques sexuales a menores en 2017 y fue enviado a prisión tras una apelación fallida.


Durante la presentación de la evidencia a la Comisión Real de Respuesta Institucional a Abusos Sexuales contra Menores en 2016, Wade dijo haber recibido sólo una denuncia contra el Hermano Romuald cuando dirigía el colegio Marista Hamilton, y ninguna contra los Hermanos Dominic y Patrick.


Le dijo a la Comisión Real que sabía que su evidencia se contradecía con el resto, que confirmaba denuncias de crímenes sexuales a los tres Hermanos Maristas ante Wade. Dijo también a la Comisión que no dudaba de que los abusos contra tantos niños hubieran en su mayoría ocurrido, pero que no podía recordar ningún detalle.


Wade dijo a la Comisión Real que no podía recordar haber remitido ninguna denuncia contra funcionarios Maristas al provincial de la congregación.


Wade dijo que, en los años `70, aceptó que Romuald negara una denuncia de abuso en su contra diciendo que “pensé que me había estado portando bien con ese tema”.


El presidente de la Comisión Real Justice Peter McLellan desafió a Wade a responder si al menos una denuncia de abuso sexual a menores contra un colega Marista podría haber salido a la luz.


Justice McLellan le señaló a Wade su error al aceptar la desmentida de Romuald, que tuvo “terribles consecuencias”.


Wade dijo cargar con un “enorme pesar, arrepentimiento y pena al respecto”.


“Debería al menos haber informado al Provincial (jefe de la congregación) y posiblemente haber ido a la policía”, dijo Wade a la Comisión Real en 2016.


Wade dijo que tampoco podía recordar haber ido a la casa en Hamilton de Andrew Nash, un alumno del colegio Marista Hamilton, la noche en que Andrew, de 13 años, se quitó la vida en octubre de 1974, siendo alumno del hermano Romuald.


Cuando el abogado de la familia Nash, Hilbert Chiu, le preguntó por qué no podía recordarlo, Wade dijo a la Comisión Real: “No estoy diciendo que no lo hice. Me esforcé, me esforcé en visualizarme en el contexto. Luché por verme a mí mismo yendo a su casa en compañía de personas de las que leo en la evidencia, que dicen que estaban allí conmigo, y simplemente no puedo verlo o recordarlo”.


El Sr. Chiu acusó a Wade de “simular no acordarse de esa noche porque usted es un cobarde y un mentiroso”.


“Eso no es cierto”, le dijo Wade a la Comisión Real.


El superior de la congregación Marista, el Hemano Peter Carroll, se disculpó con la familia Nash al final de la audiencia de la Comisión Real tras concordar con que “toda la evidencia” indicaba que Andrew Nash había sido víctima de abuso sexual.


El Hermano Carroll dijo a la Comisión Real que la congregación no hizo nada respecto de los crímenes sexuales y la violencia desmedida de muchos de sus Hermanos.


Se cree que dos obispos americanos son los otros únicos superiores católicos en todo el mundo en declararse culpables de encubrir delitos sexuales contra menores perpetrados por curas o colegas católicos.


Casos de encubrimiento de alto perfil contra clérigos del catolicismo francés, incluido un cardenal, terminaron en absolución o se revirtieron tras ser apelados durante los últimos dos años.


Wade espera la fecha de su sentencia.


El texto original en inglés de la prensa australiana puede ser consultado en este enlace.


Acompañamos dicho reportaje con otro informe publicado también en Australia en junio de 2019 que da cuenta de la magnitud de los crímenes cometidos por los Hermanos Maristas, sólo una de las varias congregaciones investigadas en dicho país durante el trabajo de la Comisión Real.


LA PATOLOGÍA DEL DEPREDADOR

Los Hermanos Maristas y una lista secreta de 154 abusadores de menores denunciados.


Ciento cincuenta y cuatro Hermanos fueron acusados de ataques sexuales a alumnos de colegios Maristas, pero sus identidades y si aún ejercen la docencia permanecen en secreto.

Según sus propias palabras, los Hermanos Maristas están “dedicados a hacer que los jóvenes conozcan y amen a Jesús a través de la educación, sobre todo de los más desatendidos”. Es una declaración de objetivos admirable, pero difícil de conciliar con la evidencia entregada en 2016 a la Comisión Real Para El Abuso Sexual A Menores.


  • 154 Hermanos Maristas fueron denunciados oficialmente de abuso sexual a menores entre 1980 y 2015, y muchos de ellos fueron condenados o se saldaron las demandas de las víctimas.

  • El 20% de la congregación de los Hermanos Maristas entre 1950 y 2010 estaba conformado por pedófilos.

  • Demandas por abuso contra los Hermanos Maristas dan cuenta de un cuarto de todas las demandas presentadas ante instituciones religiosas.

  • 486 personas realizaron demandas por abuso contra los Hermanos Maristas entre 1980 y 2015.

  • La edad promedio de los demandantes al momento del abuso era de 12 años.

  • 89% de estas demandas identifican a uno o más hermanos religiosos como perpetradores.


Fundada por el sacerdote francés St Marcellin Champagnat en 1817, la congregación religiosa de los Hermanos Maristas dirigió 95 colegios en Australia, incluyendo 12 internados, desde 1972. Durante este período, los Hermanos Maristas formaron a cientos de docentes varones que eran asignados cada año a sus colegios a lo largo del país. Entre estos Hermanos Maristas existían muchos buenos docentes que no abusaban de niños. Pero muchos otros sí lo hacían.


Para intentar comprender cómo una sola congregación religiosa pudo generar devastación humana a una escala semejante como la que se reveló a la Comisión Real, recurrimos a Denis Doherty. Ex-Hermano, ahora rondando los 70 años y viviendo en Sidney, Doherty era un muchacho de 18 años alto y fornido cuando llegó a la enorme hacienda conocida como The Hermitage a mediados de los `60. Esta escuela de maestros, o noviciado, situado en Mittagong en el área idílica y neblinosa de Southern Highlands, funcionaba más como un internado que como un centro de formación vocacional. Prevalecía la cultura del castigo, la propensión al favoritismo y los estallidos de violencia. Doherty recuerda una vez en que el vicedirector le tironeó de una oreja por no barrer correctamente su habitación. Dijo que el incidente “fue tan violento y repentino” que instaló en él una cultura del miedo.


THE HERMITAGE, MITTAGONG, NSW.

Doherty era de los típicos adolescentes, jóvenes y lozanos, que llegaban a The Hermitage entre 1920 y 1970. Era un rito de pasaje para cientos de muchachos australianos, en su mayoría provenientes de familias católicas devotas, que dejaban a sus amigos, parientes y escuelas para unirse al Juniorato de los Hermanos Maristas. Muchos de ellos eran detectados por “equipos vocacionales” de superiores de la congregación que visitaban los colegios buscando aumentar el número de miembros.


Los reclutas vivían en un entorno furtivo. Como dijo un Hermano Marista a la Comisión Real, era una cultura del “no preguntes, no cuentes”. Otro Hermano, Ambrose Payne, describió el secretismo prevalente como “una parte integral de la cultura”, citando el consejo que recibió siendo un joven Hermano: “Nunca le preguntes a un Hermano dónde va, dónde estuvo y de dónde obtuvo algo”.


Los muchachos de The Hermitage vivían en una residencia cavernosa, con filas de camas de armazón de hierro a cada lado, un locker de madera por alumno y una estatua de la bendita Virgen María en el centro del cuarto, dentro de un nicho en la pared.


Estos jovencitos mantenían contacto mínimo con sus familias. Los días en que no estaban trabajando en la sala de máquinas o en la lavandería, limpiando, o cosechando verduras, recibían la educación inapropiada de ciertas canciones y libros, participaban en “El Gran SIlencio”, donde se les prohibía hablar durante horas, y escuchaban sermones sobre la santidad del celibato.


Este era el lugar donde crecieron y donde se formaron y moldearon sus ideas sobre la sexualidad. Sus maestros los desalentaban de cualquier relación cercana, arrebatándoles todo afecto posible que pudieran obtener en secreto, comenzando un patrón que se mantuvo a lo largo de sus vidas como Hermanos Maristas. Y a quien le tocara ser uno de los desafortunados, era presa de sus superiores.


Desde esta cultura de enclaustramiento, los graduados eran despachados a colegios a lo largo de Australia, totalmente controladas por Hermanos Maristas, con muy poco escrutinio del Estado.


Tras décadas de este tipo de vida, el surgimiento de la reforma del Vaticano en los `80 trajo una relativa modernidad a la Iglesia: los postulantados, incluso los que dirigían los Hermanos Maristas, comenzaron a evolucionar transformándose en instituciones que ofrecían más normalidad y contacto con el mundo exterior. Pero ya era demasiado tarde para las víctimas. Porque décadas de represión dentro de los postulantados Maristas habían formado y habilitado un gran número de terribles criminales.


De Hermano leal a delator en el ostracismo.

DENIS DOHERTY, 1973.

El primer trabajo como maestro de Denis Doherty fue en un colegio en Kogarah, en los suburbios al sur de Sidney. Comenzó enseñando en cuatro grado, donde solía haber más de 50 niños por curso. La presión era intensa: los Hermanos se despertaban en sus pequeñas habitaciones a las 5:30 de la mañana, se dirigían a la misa en la capilla a las 6:00, y luego pasan el día en la sala de clases. “Había mucha gente desdichada allí”, cuenta Doherty, “Se suponía que vivíamos en una comunidad, se hacía énfasis en la comunidad, en la familia Marista, pero simplemente no existía”.


Dado que los Hermanos tomaban el voto de pobreza, castidad y obediencia, Doherty dice que sentían que dependían de la Iglesia para su sustento. “Había un sentimiento… de que acabarías en la miseria si te ibas. Siempre dependías de quienes manejaban el dinero, así funcionaba. Personas totalmente inadecuadas se quedaban porque no había otra cosa que pudieran hacer”.


Doherty continuó siendo un Hermano devoto de su congregación por más de una década. Hasta que en 1973, se convirtió en delator de uno de los suyos.


En ese entonces, era director de una escuela primaria en el norte de Queensland. Comenzó a preocuparse por el accionar de uno de sus maestros, el Hermano Gregory Sutton, quien mostraba signos de conducta predatoria. Dice Doherty que cuando dio la voz de alarma fue tratado como quien tiene un encono personal con un colega. Y Sutton pasó por encima suyo al quejarse ante una autoridad superior del colegio.


Doherty lamenta no haber hecho más para que su advertencia fuera escuchada, pero según dice estaba tan saturado de trabajo que resultaba difícil prestar atención a todo lo demás. Y, agrega, Gregory Sutton era astuto.


“Sutton tenía un tren de juguete, y a los niños que le gustaban los llevaba a verlo. Y se iba y dejaba la clase sola”, dice Doherty. “Y como yo estaba dando clase todo el día, aunque sucediera en el mismo lugar, no sabía lo que estaba pasando”.


El comportamiento de Sutton se tornaba más descarado a medida que el año avanzaba. Realizaba preparativos para llevarse niños con él los fines de semana. Cuando Doherty intentaba detenerlo, pasaba por sobre su autoridad y buscaba la aprobación de un Hermano de más alto rango. Sutton, dice, “no sólo manipulaba a las víctimas, también manipulaba a las personas que lo rodeaban”.


Doherty fue siendo aislado por los demás Hermanos superiores. Era visto como un agitador. “Cuanto más pensaba que íbamos por el mal camino y más trataba de producir un cambio, causaba más resentimiento en los demás”, dijo. “También tenían una enorme compasión por las personas que tenían defectos. Entonces, si por ejemplo alguien era alcohólico, se mostraban compasivos y considerados”.


“Si un Hermano era acusado (de abuso sexual a menores), existía un conjunto de respuestas automáticas para protegerlo. Te daba esta impresión de que, bueno, este Hermano es alguien que se lleva bien con los niños y le gustan los niños, y le gustan en sentido platónico, y es popular entre ellos. Luego está la sospecha. De modo que los factores en juego son muchos, trate de imaginarse”.


Este “paquete de respuestas” quedó en evidencia cuando Doherty le expresó su preocupación sobre Sutton a uno de los Hermanos de más alto rango de entonces, Charles Howard, provincial de Sydney, durante una de sus visitas a la escuela en 1974. “Cuando vino en 1974 le dije que estaba muy preocupado por la conducta de Greg, y su propensión a tener favoritos, mascotas”, dijo Doherty, “Me respondió que lo enviarían a Sydney para recibir terapia”.


Howard incluso le escribió una carta al año siguiente en un intento de calmar su preocupación. “No te preocupes mucho por la situación de Greg”, decía, “Podremos manejarlo para el año próximo. Gracias por lo que haces por él, pese a las dificultades”.

Pero cuando Doherty continuó con el asunto en 1976, la respuesta fue rápida y severa. La Comisión supo que se le dijo a Doherty “de manera grosera y violenta… que me ocupara de mis propios asuntos”.


En 2014, Doherty le dijo al abogado que asistía a la Comisión Real que estaba “extremadamente enojado por haberles contado a los Hermanos en los años `70 y que no hayan hecho nada y Greg siguiera haciendo las cosas más espantosas”. Como señala: “Éramos tan `fucking´ ingenuos. Su comportamiento despertaba sospecha muy serias y nadie intervenía excepto yo”.


Las Comisión Real descubrió que Doherty no definió específicamente la conducta de Sutton como abuso sexual a menores en sus denuncias ante las autoridades, pero concluyó que de cualquier forma deberían haber actuado ante su preocupación por las maneras inapropiadas de relacionarse con niños, incluyendo las “luchas” y los paseos en su propio auto. “Estamos convencidos de que el Hermano Doherty expresó su preocupación sobre el Hermano Sutton ante (otro superior) el Hermano Holdsworth”, dijo la Comisión, “pero no se concluye en que dicha preocupación se refiriera a `interferir´con los niños”.


Doherty dijo conocer personalmente a algunos de los 154 Hermanos maristas acusados de abuso sexual a menores: “Había Hermanos con los que me llevaba bastante bien, y de repente están presos”. Dice creer que la cultura del celibato, junto con el proteccionismo que brinda la Iglesia, ayudó a que surgieran estas conductas, pero rechaza la idea de que existiera un “círculo de pedofilia”.


En 1989, Sutton ya estaba contra las cuerdas. Sabiendo que la policía lo investigaba por delitos sexuales, el provincial de los Hermanos Maristas Alexis Turton lo subió a un avión rumbo a Canadá a recibir terapia y orientación, retirándolo así de la jurisdicción legal de los crímenes. Pasaron varios años antes de que Sutton fuese extraditado de vuelta a Australia, pero luego, en 1995, fue condenado por 67 delitos sexuales contra 15 niños, que incluían la práctica de sexo oral a niñas de cinco años. De las 21 denuncias presentadas a la congregación por ex alumnos de Sutton, se dio lugar a 18. Fue sentenciado a 12 años de prisión, y en 2017 volvió a ser condenado por delitos cometidos en Canberra.


En 2014, Sutton dio evidencia incriminatoria a la Comisión Real. Acusó a la congregación de un descarado encubrimiento, afirmando que en agosto de 1989 Turton lo llamó a una reunión donde le informó que estaba siendo investigado por delitos en una escuela en Campbelltown, en las afueras de Sydney. Sutton dice haber sido despachado en avión a Canadá en un lapso de cuatro días.


La Comisión supo que tras recibir tratamiento se le dio un trabajo administrativo en una escuela de la ciudad norteamericana de St Louis. Sutton le dijo a la Comisión Real que en 1992 recibió una llamada de Turnton en la que le informó que se había emitido una orden de arresto, pero le dijo que “debes quedarte allí y vivir tu vida”. Nos acercamos a los Hermanos Maristas para verificar esta conversación, no obstante el provincial superior Peter Carroll se rehusó a hacer comentarios.


Mientras tanto, Turnton, el hombre responsable de las decisiones que ayudaron a trasladar a Sutton por el mundo, y quien entrevistó a muchos sospechosos de abuso a menores, continúa siendo un Hermano de alto rango dentro de los Maristas, congregación que en la actualidad intenta hacer borrón y cuenta nueva.


¿Dónde están ahora los Maristas sospechosos de pedofilia?


¿Cuál es entonces el estado de los 154 Hermanos Maristas sospechados de delitos sexuales o cuyos crímenes fueron confirmados, que aparecen en una lista elaborada por la Comisión Real tras recibir información de documentación interna provista por la misma congregación? Los registros internos cubrían todos los casos de 1980 a 2015. Se le pidió al Hermano Alexis Turnton que modificara el documento y marcara con una “A” los nombres de quienes hubieran admitido su conducta criminal ante él. Al menos 10 Hermanos lo habían hecho. En un contrainterrogatorio, el Hermano Turnton le dijo a la Comisión que había hablado con 52 de estos Hermanos durante un período de unos 17 años como Provincial desde 1989, y ejerciendo sus funciones habituales de 2002 a 2012.


Esta lista permanece en secreto y fuera del alcance público. Se desconoce si alguno de estos Hermanos continúan ocupando puestos elevados de liderazgo dentro de la congregación, o se encuentran en sitios cerca de niños.


La lista no es sujeto de libertad de prensa: la única manera en que podría difundirse es que los Hermanos Maristas decidan hacerlo. Muchas congregaciones y diócesis en los Estados Unidos decidieron dar a conocer los nombres de los criminales en favor de la transparencia.

Durante la Comisión Real en 2016, los documentos elaborados revelaron también que los

Hermanos Maristas usaban códigos especiales para los criminales en su comunicación interna. A cada uno se le asignaba un número. AB29, por ejemplo, era el código del hermano Dominic O´ Sullivan, ahora un pedófilo condenado. El código era como un idioma especial que usaban la autoridades, que hacía más difícil que cualquiera que estuviera fuera de su círculo cercano supiera de quién estaban hablando.


Un pasado despreciable, ¿pero qué pasa con el futuro?

Los Hermanos Maristas pidieron disculpas por su comportamiento. El Provincial de la congregación, Peter Carroll, que ocupa el cargo desde 2015, trabaja intensamente para reparar el daño. Como parte de esta reinvención, la mayoría de los colegios retiraron a los clérigos del área docente.


Carroll se mostró inequívoco y contrito en la declaración de mea culpa a la Comisión Real: “No podemos negar las verdades difíciles de aceptar que se revelaron sobre las respuestas que dieron los Hermanos Maristas ante el abuso sexual a menores, jóvenes vulnerables fueron abusados sexualmente por Hermanos, ocurrieron acciones criminales, nuestra respuesta fue completamente inadecuada, las severas consecuencias del abuso sexual no fueron reconocidas, los líderes no tomaron medidas fuertes ni definitivas, las víctimas fueron atacadas con procesos legales violentos. Nuestras respuestas fueron ingenuas, desinformadas, incluso a veces despiadadas.”


Entonces, ¿qué pasó desde ese momento, que permitiera abordar los problemas estructurales dentro del ecosistema de los Hermanos Maristas? En la Comisión Real, Carroll delineó las reformas que implementó para que sus colegios fuesen más seguros: “Cada colegio Marista debe contar con una política de protección del menor y un código de conducta, acorde a los parámetros pertinentes… dichos parámetros requieren de formación continua y desarrollo profesional, y la revisión permanente de estrategias de protección a menores.”


Para entender cómo estas reformas produjeron cambios en los Hermanos Maristas, planteamos un número de preguntas y un pedido de entrevista a su Provincial, Peter Carroll, quien se negó a responder dichas preguntas pero entregó la siguiente declaración:

“Aprecio su invitación para la entrevista pero debo respetuosamente rechazarla en este momento. Quisiera dejar en claro algunos puntos. Una cantidad de temas que ustedes traen a colación se relacionan con el Estudio de Caso 43 de la Comisión Real. Los comisionados decidieron retrasar la difusión pública de este registro para evitar el perjuicio a cualquier proceso penal o civil que se esté llevando a cabo, y como tal, no resulta apropiado hacer ningún comentario ni ningún asunto que se relacione en este momento. Es el compromiso de los Hermanos Maristas asegurarse de que toda persona que haya sido abusada en nuestras instalaciones obtenga justicia y reconocimiento de lo que ella y sus seres queridos soportaron. Que cualquier niño pudiera resultar tan lastimado y se le hubiese fallado tanto al cuidado de los Hermanos Maristas nos causa un profundo dolor. Hoy nuestra misión se sostiene con políticas elegidas y voluntarias y procedimientos destinados a proteger a los niños. Resultan un tema central las cláusulas de legislación obligatoria sobre entregar información aplicando a todo individuo, religioso y laico.”


Este año y el próximo serán difíciles para los Hermanos Maristas, con varios superiores frente a la justicia por abuso sexual a menores o encubrimiento. Estos hombres mantuvieron puestos altos en sus escuelas, incluyendo el cargo de director. Estos juicios revelarán mucho más sobre cómo funciona por dentro una congregación que ahora intenta desesperadamente mejorar su imagen pública.


El texto original en inglés de este otro informe puede ser consultado en este enlace.


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