Texto presentado originalmente en el Segundo Congreso Chileno Maltrato y Abuso Sexual Infantil en Valparaíso en el mes de enero de 2023.
Una Comisión de Verdad, Justicia, Reparación y Medidas de No Repetición.
Un camino desde lo personal hacia lo social.
Helmut Kramer Angel.
En primer lugar quiero saludar a los organizadores del Segundo Congreso Chileno Sobre Maltrato y Abuso Sexual Infantil.
Cuando hace mas de 4 años nace la Red de Sobrevivientes de Abuso, primero en entornos eclesiásticos, y hoy abordando el abuso en todo entorno institucional, ya nos planteábamos la necesidad de avanzar a un proceso nacional de una Comisión. Y nos pasó de ese modo porque se conecta con la primera razón por la cual un sobreviviente de abuso decide contar su vivencia ya sea a sus mas cercanos o a la sociedad. Todes hemos dicho en este momento “comparto lo que me ha tocado vivir por que no quiero que otra infancia pase por este horror”. Este motor desde lo colectivo se acompaña también del válido deseo personal de avanzar en sanación. En la medida que ayudo a otros me ayudo a mí; esa hermosa reciprocidad, que se traduce en una lucha por un nunca mas y a la vez en un trabajo que permita avanzar a cada victima de abuso sexual en ser reparado desde lo simbólico y desde lo material y lo práctico, tomando conciencia de que las secuelas que se padecen en cuerpo/mente tienen un responsable y es quien debe pagar la factura, un responsable mayor que el perpetrador mismo.
Hablo de proceso nacional cuando hablo de Comisión, porque una instancia como la que buscamos, que aborde los delitos de poder, conciencia y sexual, no es un acto que se agota en si mismo, es un camino que emprende toda la sociedad desde el Estado y tiene efectos concretos en víctimas pero también en todo el país. En su realización quienes cargamos con estos crímenes podemos pasarle la pesada piedra a la sociedad. El reconocimiento del decir que fui abusado o fuimos abusados como base para la construcción de una verdad histórica, el reconocimiento social de esta verdad, transformándose en un documento avalado por el Estado, este solo acto de escucha implica por un lado el deseo de miles de sobrevivientes de que su voz se transforme en la posibilidad de aportar para que ese nunca mas sea nuestra realidad. Pero también significa que nuestra sociedad se va a poder escuchar a si misma y se podrá ver como un país sacudido en sus raíces por una cultura que hasta hoy se define desde un patriarcado abusador. Un país que tendrá que reconocer el conjunto de creencias y modelos que han permitido que esa cultura abusiva impere en las instituciones que se vinculan de distintas formas con nuestras infancias, y hay que decirlo también con adultos vulnerables.
A quienes padecimos estos delitos mas de una vez nos han dicho frases como “lo mejor es que olvides” o “superes lo que te toco vivir” NO es posible olvidar las marcas grabadas en el cuerpo. NO es posible hacer como que no me acuerdo de esos momentos. Sólo un verdadero proceso de sanación pasa por el reconocimiento de lo vivido, para poder avanzar hacia una justicia reparatoria. La justicia como un acto no solo condenatorio sobre abusadores y sus redes de protección, sino que también como la forma en que el Estado reconoce su responsabilidad en tanto base de la organización de un país y por lo tanto se ocupe de atender a las victimas entregándo herramientas que le permitan desenvolverse con la mayor libertad posible en su vida; porque hay que decirlo: el abuso es un acto contra la libertad humana. Cuando hablamos de justicia reparatoria reconocemos como sociedad lo sucedido, decimos no hay olvido, y decidimos tomar las medidas que permitan la sanación personal y social.
Todo proceso de justicia se entiende como tal si la sociedad lo vincula a la reparación. Reparación, tema que de verdad complica a las organizaciones que han permitido, avalado y protegido el abuso sexual a niños, niñas y adolescentes. La iglesia católica tiembla, se remece cuando sabe que tendrá que reparar económicamente a las victimas. Las organizaciones privadas que se han vinculado al cuidado de NNA y que han permitido que dentro de sus lugares de acogida se viole y maltrate se han dedicado a buscar todas las formas posibles para no ser juzgadas, contratando muchas veces ejércitos de abogados y de esta forma no tener que hacerse cargo de reparar todo el daño que han cometido. El mismo Estado se auto silencia cuando se le hace ver mediante diversos informes que son responsables, perdón, culpables de estas violaciones y que deben reparar a las victimas por estos delitos.
La reparación también tiene que ver con ese proceso social del cual estamos hablando, reconocemos que somos un país arrasado por la pandemia histórica del abuso sexual, necesitamos esos símbolos visibles que nos permitan avanzar hacia un NUNCA MAS. Chile es un país que necesita actos concretos donde miremos y digamos en este lugar se recuerda, en este espacio decimos no queremos mas infancias abusadas. Necesitamos como sociedad mirar ese espacio concreto, palpar el simbolismo, que también nos permita abrirnos hacia un futuro donde nos humanicemos, mirándonos de frente ya no como una división entre pocos abusadores que cosifican y muchos cosificados. Necesitamos esos lugares donde exista ese mural, esa obra, ese espacio que nos invite a la memora, a avanzar en la construcción de un país donde abusadores y encubridores, sean una cuestión judicial o policial contenida, acotada, y no el horror que hoy nos atraviesa como país. Un mundo en el cual las infancias que podrían ser agredidas sepan que tienen a toda una aldea social llamada Chile lista para escucharles y atenderles en su camino de sanar.
Sé que cuando hablamos de la vastedad y gravedad de estos crímenes la sociedad tiene a hacer la del avestruz y prefiere no ver y no escuchar algo que parece inasible. El mismo Estado pareciera tildado, congelado. porque la cuestión del ASI en entornos institucionales supera con creces las respuestas tradicionales que suele dar desde la institucionalidad ordinaria.
Hasta acá los mecanismos tradicionales de la sociedad efectivamente NO han sido capaces de atender el grito urgente de justicia ni de los sobrevivientes adultos que podemos hablar ni de las infancias que hoy están siendo abusadas. Tribunales, fiscales, policías. Ministerio de Educación, Salud, diversas instancias que trabajan con temáticas de infancia se ven superadas incluso en lo emocional además de lo práctico cuando les señalamos la gravedad de lo que estamos hablando. Justamente es por eso que una Comisión como la que planteamos permite superar este nudo por arriba. Ya formada, con los atributos y mandatos necesarios, podrá entonces mover al sistema judicial, al sistema educativo, al sistema de salud y a las diversas instancias públicas y privadas en lo que haga falta. Habrá informes que implicarán recomendaciones o traspaso de acciones al Poder Judicial, otras al Legislativo para que atienda las reformas legales pertinentes. Pero desde un mando común que permita superar la inacción con la que el Estado de Chile se ha comportado hasta acá respecto de los crímenes de abusos a las infancias en entornos institucionales. No lo afirmo yo, lo señalan varios informes nacionales e internacionales que se acumulan como víctimas sin acceso a siquiera un sueño de justicia y reparación.
Cuando fuimos invitados a este congreso para poder hablar sobre la importancia y la necesidad urgente de la Comisión, me llevó a pensar mucho en este camino que recorremos desde ese momento indeseable que nos toco vivir, camino que personalmente me ha llevado a conversar con muchas personas que han vivido el abuso en distintos momentos de sus vidas y como contaba al principio, en todos, sin ninguna excepción he escuchado la frase: lo cuento por que no quiero que alguien mas lo viva, no quiero que otro niño o niña viva los mismo que yo. De hecho fue una de las principales razones por que yo decidí contar mi vivencia y denunciar al sacerdote que abuso de mi teniendo recién 13 años. Ahora bien, ¿podemos traducir este anhelo que tenemos a través de la Comisión? Cuando hablamos de actos y medidas de no repetición justamente estamos hablando de materializar este fuerte deseo que es personal en un hecho concreto, la Comisión debe en base a todo lo anterior mas el apoyo en su camino de la academia, ser capaz de elaborar y proponer políticas publicas de transformación profunda: en lo educacional, en el cambio de las condiciones de pobreza en que viven gran parte de nuestras infancias, no olvidemos que Sename existe por que han necesitado castigar la pobreza por solo existir. No olvidemos que gran parte de los sobrevivientes en entornos eclesiásticos vienen de estratos también vulnerados en lo social y lo económico, vamos avanzando en el reconocimiento de las infancias como personas de derechos, ahora debemos ir avanzando en una legislación que lo materialice. Existe un gran camino para caminar en la dirección de cambios culturales, sociales, políticos y estas propuestas deben emanar desde la comisión. Esto lo vamos a lograr en la medida que la Comisión sea conformada por especialistas con un carácter interdisciplinario que tengan una mirada que pongan los Derechos Humanos y Derechos de Infancias como el centro de su trabajo.
Aquí quiero detenerme un momento respecto de quienes hemos puesto voz y rostro a las denuncias públicas de abuso sexual eclesiástico y en general en entornos institucionales. Nosotres tuvimos por azar el capital simbólico necesario para iniciar este camino de visibilización y resistir el cimbronazo de ser personas señaladas en la calle por aparecer en la tele por ejemplo. Algunos somos universitarios, otros tenemos estudios terciarios completos. Nuestras familias nos han apoyado en mayor o menor medida. Hemos podido resistir el ataque simbólico pero también material, real, de quienes defienden instituciones abusadoras que nos han quitado trabajos, medios de sustento familiar, incluso un lugar que arrendábamos. Sí, hemos sido acosados cuando el sueldo sale para todo el personal menos para el denunciante. O aparecen mensajes amenazantes e insultos en nuestros correos o redes sociales. Todo eso no es nada, pero absolutamente nada al lado de lo que viven los que están callados, los invisibles. Podemos dimensionar la cifra de esas personas porque esto ya pasó en otros países que sí hicieron comisiones. Quien no tiene el capital simbólico, material, el apoyo de sus círculos de afecto y fue abusado en un hogar, en una residencia, en una parroquia o grupo scout de provincia no puede alzar la voz cuando necesita. ¿Cómo puede ser que sea un “privilegio” denunciar los crímenes que vivimos en nuestras niñeces? La Comisión es para esas personas, especialmente para esas personas, que desconfían y con razón del Estado, que no pueden “darse el lujo” de exponer su historia personal, que no consiguen abogado que les acompañe en su denuncia, que si se animan y van a la policía les dicen que no les toman la denuncia y casi los echan. La Comisión debe ser pensada y sostenida en credibilidad pensando en ellos, romper la inequidad, devolverles el derecho a denunciar, al acceso a la justicia que nunca se les debió negar. El Estado debe ir a buscarlos.
Una comisión que tenga todo el respaldo desde el Estado, que se le entregue también músculo ademas de buenas intenciones, recursos suficientes, atribuciones legales para avanzar en sus objetivos, y a la vez toda la independencia para poder realizar la labor que se les esta pidiendo. Independiente de las organizaciones que han sido parte de estructuras abusivas, ya sea iglesia católica (en cualquiera de sus formas, escuelas, parroquias, universidades, etc.), organismos de cuidados en NNA ya sea privados o estatales, etc. Dichas entidades trabajan por el silenciamiento y la impunidad personal e institucional. Está probado que son parte de un problema estructural y por lo tanto nunca serán parte de la solución.
Quiero terminar con 2 elementos claves. Primero, es imposible diseñar una Comisión que aborde esta problemática en su total dimensión, en sus raíces; separando ámbitos abusivos como sabemos que se ha propuesto en algunas oficinas. Querer separar los crímenes en entornos eclesiásticos de los ocurridos a infancias bajo la tutela estatal es ignorancia de la problemática o maña, trampa. Como red de Sobrevivientes tenemos cientos de testimonios que dan cuenta de los bien conectados que se encuentran los sótanos del abuso entre espacios eclesiásticos y lugares vinculados al Estado, tercerizados o no. Los vínculos se dan en quienes son los sostenedores o responsables legales que muchas veces se esconden detrás de fundaciones o sociedades benefactoras; pero también se dan en quienes trabajan o hacen voluntariados, saltando con aparentes buenas intenciones entre escuelas y hogares, entre seminarios y residencias, entre comunas de la cota mil y las más carenciadas de Chile. Separar las investigaciones no va a permitir realmente todo lo que hemos planteado en esta presentación, separar no permite entender el problema en su raíz y por lo tanto no va a permitir poder avanzar en los cambios que necesitamos como país. Y en segundo lugar es la urgencia, la urgencia de poder ayudar a las miles de victimas de abuso en entornos institucionales a poder ir reparando sus vidas, pero también es la importancia y urgencia de que nuestro país pueda transformarse en una sociedad que cambie su cultura a través de medidas concretas. La Comisión es una necesidad personal para los cientos de miles de víctimas y sobrevivientes; una necesidad social urgente y es responsabilidad del actual gobierno, por su palabra empeñada en el programa de Gobierno que incluye este diseño; y por las recomendaciones urgentes del Comité de los Derechos del niño de Naciones Unidas y del Comité Contra la Tortura.
Trabajemos para llegar a los 35 años de la promulgación de la Convención de los Derechos de las niñeces con la Comisión ya funcionando.
Muchas gracias
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